La iglesia y el seminario
comparten una misma fachada de ladrillo, muy sobria, que contrasta, en
el caso de la primera, con la riqueza decorativa del interior, renovada a
partir de 1723 en un suntuoso estilo barroco-rococó.
El seminario se articula entorno a un claustro cubierto. De su galería
inferior parte la gran escalera barroca del edificio, una de sus partes
más notables, que conserva casi íntegramente su primitiva decoración
(balaustrada de madera y zócalo esgrafiado de tradición mudéjar). La
escalera va rematada por una gran cúpula de yeso sobre pechinas con
relieves churriguerescos. Del resto del edificio sobresalen el
refectorio, con un gran zócalo de cerámica, dos oratorios privados y la
biblioteca.